No sé por qué las personas que saben mi "condición" nunca comprenden o parecen entender que no existe una salida simple a todo este asunto. Como si hacer amigos fuera para uno cosa tan sencilla.
Mi vida es la misma desde hace mucho tiempo. Podría resumir años en una sola semana. Hay una película de Bill Murray ("El día de la marmota" - Groundhog Day), donde el personaje, que es un tipo que lee el tiempo en televisión, se ve de pronto atrapado en el mismo día, todos los días. Despierta en las mañanas sólo para darse cuenta poco después que vivirá las mismas experiencias del día anterior. Al principio parece divertido, pero tras aprenderse casi de memoria todo lo que va a ocurrir cae en la desesperación. Mi vida es como esa película. Mi existencia es un rotativo de cosas que me permite saber casi a ciencia cierta que la semana próxima, y el mes que viene y los años que me quedan seguirán siendo como el día de hoy. Y si hoy hubiese sido un día para recordar, estaría satisfecho, pero no lo fue. Ni ayer, ni la semana pasada, ni el mes o el año anterior.
Las cosas no cambiarán porque tengo que cambiarlas yo. Y es tan simple como que NO SÉ CÓMO HACERLO. No sé hacer amistades, no sé conservar amigos, no sé llegar al sexo opuesto ni sé siquiera qué cresta hago vivo. Es por eso que siempre declaro, convencido y sin atisbo de dudas, que seguiré de la forma en que estoy hoy (y ayer y mañana), solitario en mi hogar, sin más compañía que algunas mascotas, sin más historias que aquellas que mi propia fantasía logra elucubrar. No habrá familia ni hijos, no habrá alguien por quien vivir.
Así resulta insoportable la conciencia del propio existir, la carencia de sentido del estar acá, la falta de ganas de hacer nada y la falta de esperanza de que todo cambie. Porque el cambio tiene que venir desde donde no hay punto de partida, donde no hay nada a qué echar mano para salir del abismo.
Y por si fuera poco, el entorno tampoco sirve de ayuda. Las personas no saben o no quieren colaborar. Es cierto, mi problema no es el de ellos y no tendrían por qué extender una mano, y eso empeora las cosas. Durante muchos años he tenido la oportunidad de conocer personas, incluso de conocer mujeres a las que me he sentido fuertemente atraido, sólo para confirmar el miedo de siempre: que giren y me den la espalda, para no encontrarlas nunca más. Tengo la extraña virtud del rechazo y la traición. Rechazado cientos de veces y traicionado otras tantas. Amistades a las que les entregué todo, para que luego voltearan como si nada, echándome al olvido. En fin, la experiencia sólo me confirma que no sirvo para estar en sociedad, y que realmente sería mejor si viviera confinado en un rincón de la tierra, sin contacto con gentes de ningún tipo, donde no me sienta observado o cuestionado, donde pueda quejarme de mi soledad sin que a nadie le moleste, donde pueda putear a Dios sin que nadie se sienta ofendido, como si hubiese alguien a quien culpar. Al menos tendría la libertad de darme por vencido sin herir a nadie, de tirar la toalla por fin sin antes pensar que podría destruir la vida de unos pocos que, pese a cómo soy, todavía me quieren, aunque no sepan cómo ayudar y crean que esto que tengo va a pasar algún día.
Quizás todavía estoy acá por la esperanza de ellos, porque yo no tengo ninguna.