domingo, 26 de noviembre de 2006

Cambio de Terapia


Hace algunas semanas tomé la decisión, la difícil decisión debo decir, de cambiar mi terapia. Hasta entonces había sido atendido por una psicoanalista, la Paula. Estuve con ella durante un espacio de casi dos años, hurgando en mi pasado y en las raíces de mis conductas. En todo ese tiempo, mi avance se vio seriamente limitado por algunos hechos relacionados con mi vida sentimental. El término de mi relación con D., sentirme en la más completa soledad y creer que jamás volvería a estar en pareja, eran temas que llenaban mis 45 minutos semanales de psicoanálisis. Esto hasta que conocí a M., colega de labores, de quien creí enamorarme y con quien estuve durante 6 meses, hasta que ella decidió que prefería la billetera de mi jefe antes que las frustraciones de mi FS. Una vez más, pausa en la terapia y vamos recuperándonos del nuevo fracaso. Tiempo después volví con D., sólo para darme cuenta, casi un año después, que la historia no sería distinta a la primera, que el destino se empeñaba en golpearme con la realidad de que aquella no era la relación que yo necesitaba. Fue este fracaso lo que me hizo caer en lo más profundo de la FS, otra vez. Había dejado ya de tomar medicamentos y sólo estaba con terapia.

Con los síntomas de la FS a flor de piel y el fantasma de las crisis de pánico a la vuelta de cada esquina, visité a mi psiquiatra. Medicamentos otra vez, hay que estabilizar y salir de esto que es un pequeño retroceso, pero no una vuelta a la primera página, según sus palabras. A mí sí me parecía volver no sólo a la primera página, sino a la portada de este libro que nunca acabo de leer, o escribir. La depresión era profunda, las ganas de morir reclamaban su derecho por sobre el deseo de estar mejor. Esta vez, me encontraba solo. Sólo yo y mi circunstancia, sin muletas, sin escudos protectores. Esta vez tenía que salir por mi cuenta y enfrentarme a lo que no me deja vivir, al peor de los miedos.

Como nunca antes, comencé a averiguar más sobre mi trastorno. Me sentí identificado con experiencias de otras personas. Y no es que haya conocido a otros FS, sólo que di con un foro especializado en el tema. Recién ahora pude identificar hechos de mi pasado como claros episodios causados por mi FS. Descubrí que no logro identificar en qué momento dejé de ser una persona "normal" y decidí que ya no me importa. Si toda la vida fui un desadaptado, qué más da. El pasado no se puede cambiar, pero mi presente sí. En mis indagaciones descubrí, además, que la terapia cognitivo-conductual es la más aconsejada para el trastorno de Fobia Social. Decidí probar. Lo conversé con Paula, mi psicoanalista, y ella misma me derivó a Nicole, psicóloga de la corriente que ya mencioné.

He visto a Nicole dos veces. Y han bastado dos sesiones para que logre entenderme y empatizar conmigo, darme la confianza necesaria para contarle todo lo que me sucede y siento, y ponernos de acuerdo en lo que quiero y en lo que ella puede hacer por mí. Estoy muy agradecido de Paula, me ayudó mucho a ver ciertas cosas, a entender otras, a soltarme en terapia, a entender que la psicóloga es quien te trata y no una mujer-pareja-en-potencia que te está sumando o restando puntos según lo que cuentas de ti. Esto es tan importante ahora con Nicole, porque ella es sin duda mi prototipo de belleza femenina, pero tengo tan claro que ella es mi terapeuta y yo su paciente, que no me he guardado nada, nada de ese montón de cosas que me hacen sentir que no soy querible o digno de una mujer como ella. Además, ella ha demostrado ser la psicóloga que yo necesitaba, tanto que siento que esta vez voy por el camino correcto, con la esperanza de que podré derrotar mis temores, mis angustias, las barreras que me impiden ser feliz.

sábado, 4 de noviembre de 2006

Sin poder despegar

Esto de la FS se pone demasiado complicado a veces. Esta semana no he ido a trabajar. No porque no quisiera o no pudiera, sino porque me avisaron que tenía muchos días de vacaciones a mi haber y tenía que tomarlas. Pedí toda esta semana e incluso hice planes.

Mis planes consistían en hacer una serie de trámites que sólo puedes hacer en día hábil. Quería averiguar sobre ciertas cosas, pero al final no logré hacer nada de lo que me propuse.

Estuve todos los días encerrado en el departamento, abusando de Internet y de la TV, abusando de los cigarrillos, abusando del sueño. Solamente salí el viernes, pues era el último día en que podía ir a pagar mi renta.

Ese día fue más o menos normal. Para llegar a la oficina de la corredora tuve que tomar el tren subterráneo. Mientras me dirigí hacia la estación, luego en el tren y más tarde en la oficina de la corredora, sabía que todo el mundo me observaba, pero hice ruido en mi mente para tratar de que no me afectara. Cuando me desocupé, sabía que necesitaba comprar algo para almorzar (no tenía nada en casa) y además me faltaba una que otra cosa. Tuve que entrar al supermercado. Lo hice temblando. Mientras observaba las góndolas llenas de productos, titubeaba cada vez que iba a coger algo. Más de una vez me devolví por un mismo pasillo, pasando de largo por aquellos productos que yo sabía que necesitaba, pero que no me atrevía a coger por miedo a que alguien observara qué estaba comprando, de qué marca, en qué cantidad y con qué precio.

Al llegar a caja, no habían chicos que pusieran las cosas en bolsas, de modo que tuve que hacerlo yo mismo, con una lentitud que seguramente me hizo sonrojar. Salí de prisa con mis cosas, satisfecho por haber comprado lo que necesitaba, pero temblando de nervios y angustia a la vez.

Aparte del viernes, no he salido más. Hoy tenía dos invitaciones, una de mi familia y la otra de un colega que no sabe que sufro de FS. Son las 9 PM y aquí estoy, sin la más mínima intención de salir. La puerta está con llave y mi mente también.

Otra línea para la información de vuelo de la imagen: Party Time: Cancelled.